Puigcerdà - Viladecans, cuando buscas más emociones ...

En esta ocasión el artículo de hoy no va de un entrenamiento cualquiera, o de una competición. Va de retos. Lo que a veces a uno se le pone entre ceja y ceja y no tiene manera de sacar de la cabeza hasta que lo acaba consiguiendo, a toda costa. Sí, el Ironman era un reto enorme, al igual que una Maratón y muchas otras carreras, pero en esta ocasión no había ninguna competición entre medio, y es más, no era un reto mío. No, no. Era un reto de Viladecans Triatló (VT), un reto que Berto había planificado y llevaba 3 años intentando que el grupo lograra terminarlo, y que por fin hemos acabado cumpliendo. Y de que iba la cosa? Pues sencillo: hacer en un día el trayecto en bicicleta Puigcerdà-Viladecans, casi nada... Pasando por la Collada de Toses, claro.

Algunos pensarán, "¡Bah! !Si hace bajada! No es para tanto", Y yo les diría" ¡Y una m... bien grande! ". La verdad es que no sabes muy bien donde te has metido hasta que estás allí: 2255 metros de desnivel positivo, muchos de ellos al principio y acumulados, y 208 kilómetros de carretera de todo tipo. La gracia de esto no era hacerlo solo, sino que se trataba de un reto grupal, donde acabáramos todos juntos con el objetivo previsto. Hubo dos personas que hicieron algo de trampa justificada, ya que trabajaban, pero ya estaba planificado desde el principio que ellos volverían a casa cuando llegaran a Manresa. Pero, ¿quienes fueron los valientes? Pues, haciendo honor a la película, diría que los "12 del patíbulo", o si lo preferis, mejor "12 monos", porque hay que ser animal... Berto (Frodo que nos llevaba a Mordor), Oscar (la Bestia, o tal vez la Bella), Jordi (Sapriman), Txus (Aupaman), Rocío (de la bicicleta rosa que causó furor), Paco (MeLasPiroMan), Carlos (Voltio machaca bestia), Dèlia (parada "técnica" asegurada), Pedro (OdioElOutlet), Eugenio (la madre que lo parió como tira), Iván (le faltó nadar), y Marc (sí, yo).

Nos levantamos el sábado pronto porque el tren salía a las 7:06 de Sants, y como Cercanías es una auténtica porquería y los horarios de los trenes en Viladecans son de vergüenza tercer mundista, tuvimos que ir a coger los Ferrocarriles en San Boi para poder levantarnos a una hora más decente (a las 04:50, cuando cierran las dicotecas). Creo que la gente nos miraba como si estuvieramos locos, y parte de razón no les faltaba. En Sants, donde casi perdemos el tren por culpa de que todas las máquinas de venta de billetes no funcionaban (que raro, ¿no?) pudimos subir finalmente a un vagón y poner las bicicletas más o menos bien colocadas (como un tetris).

Una vez dentro, no nos hizo falta ninguna radio, porque teníamos a Oscar. Por cierto, creo que tiene la voz así de cascada porque no para de hablar... Eso sí, hizo que el viaje nos pasara más rápido. A las 10:06 llegamos a Puigcerdà, y después de que algunos hicieran una "larga parada técnica" en la estación (tiempo que aproveché para comprarme un croissant de chocolate) iniciamos finalmente la excursión. Sólo faltó que sonara la banda sonora de El Señor de los Anillos para acabar de bordarlo.

Ya en el primer kilómetro Paco hizo honor a su fama y desapareció hacia delante, a toda leche, y eso que él llevaba el GPS... Por suerte se paró en la carretera donde comenzaba la Collada, aunque un poco más y me la paso. Nos reagrupamos y empezamos a subir. Las vistas eran espectaculares (no tan bonitas como las de Sant Ramón, pero vaya...sarcasmo, sí). Como era de esperar, no tardamos mucho en separarnos en dos grupos. Uno donde todos íban a rueda y muy sabiamente reservando energía, y luego el grupo de los locos picados ... Sí, estaba en este segundo grupo, junto con Paco, Oscar, Voltio, Eugenio y Sapri. Digamos que todo el viaje estuvimos, así, los mismos. Voltio y Oscar estaban con su guerra personal, Paco tirando a saco, Sapri apretando cuando la cabra lo dejaba, y Eugenio imponiendo su veteranía. Yo, despistado como siempre, dándome cuenta demasiado tarde de los piques y sufriendo mucho para pillarlos, lo que ha provocado que después me haya llevado muchos "Stravas", jojojo.

La subida hasta la Collada de Toses fue bastante divertida y mucho menos dura de lo que pensaba. En una fuente que había en la carretera aprovechamos para llenar bidones con agua de la buena, y no la mierda que llevaba yo del grifo de casa. De hecho, fueron unos 800 metros de desnivel, y no tuve sensación que me faltara el aire por la altura. Todos llegamos muy bien allí arriba, y después de parar unos minutos para hacer de modelos fotográficos seguimos haciendo el primer trozo de bajada, para volver a subir hacia el Coll de la Creueta. Paco, Eugenio y yo nos avanzamos, y me cagué con ellos de mala manera. Aquella subida me costó mucho más y se separaron quizá unos 20 o 30 metros, con lo que no había manera de atraparlos. Una vez allá arriba y todos reagrupaditos iniciamos el descenso de la Collada en dirección Castellar de N'hug y la Pobla de Lillet. Oscar perdió el bidón con las herramientas en uno de los baches, pero pudimos llegar abajo sin más incidentes. Era la bajada interminable, pero no era mala. Algún susto por algún autocar, pero sin peligro real. Una vez en la Pobla nos desviamos por una carretera muy pequeña, de esas antiguas de un solo carril, que nos llevaría a Borredà, pero antes casi todos hicimos otra "parada técnica Delia", que también aproveché. Sí, he dicho casi todos porque Paco no se dio cuenta de que parábamos (empiezo a sospechar que está sordo porque no se entera cuando lo llamamos) y continuó, junto con Oscar (quien seguramente estaba hablando consigo mismo y tampoco reaccionó). Tuvimos que esperar un rato más porque Txus había tenido un problema con un radio.

Una vez estuvimos bien aliviados empezamos a tirar y le metí mucha caña (estamos hablando de ciclismo, que la frase suena fatal). Pensaba que sería una carretera fácil, pero estaba llena de toboganes, algunos de ellos con un buen desnivel. Después de unos cuantos kilómetros, conseguí atrapar a Oscar (algo que todavía no me puede perdonar, jajaja), y llegamos a Sant Jaume de Frontanyà donde esperamos al resto, y donde también llené los bidones. Cuando llegaron no pararon, y salí el último desde muy atrás, y como tengo esta puñetera manía de demostrarme "que yo también lo puedo hacer y fuerte", me fui de nuevo hacia delante hasta las primeras posiciones. Después de una bajada llegamos a Borredà, donde estaba planificada la comida. El suelo no era de asfalto, sino de piedra. Los niños de allí seguro que no van en patinete porque la probabilidad de quedarse sin dientes es del 100%.

Creo que hay que hacer una mención especial a la comida. Llevábamos 77 km, si no recuerdo mal. Eran las 14:00, todo sobre planning. ¡Cracks! La idea era comer en una hora y largarnos, pero se ve que ésta no era la idea que tenían los del restaurante ... Fue un auténtico despropósito. Por dónde empezar... La fauna. Avispas en las mesas que murieron en nuestras manos de diferentes maneras, cada una más ingeniosa que la anterior aunque siempre utilizando el vaso como arma: "avispa que se suicidó en la CocaCola", "avispa muerta a golpes con hielo y limón "," avispa con vaso vacío en la que se le añadió agua", etc... Y la comida, bien... si creíamos que Ricardo Quintana era lento, esto le superaba (no, no. No digo corriendo, jajaja ). Tardaron un montón, llevaron los platos desorganizados y casi de uno en uno,.... De primero comí macarrones gratinados (que estaban buenos, eso sí, aunque no tiene mucho secreto esto), y de segundo la parrillada de carne, donde algunos cortes se habían utilizado en la antigüedad como suela de zapato. Sí, los catalanes somos muy raros Carlos, y parrillada es "graellada", y no cambiaremos la palabra, jajaja. Las cervezas también volaron, y alguien salió de allí un poco contento (debía ser el único), aunque lo sudó pronto. Para más inri, hubo un "error" en la cuenta, y suerte que me percaté de que algo no cuadraba ya que nos iban a cobrar 5 € de más por cabeza, ojito, por un menú que faltaba. O alguien se tomó un menú de El Bulli y no nos dijo nada, o no sé.

Proseguimos el camino, con el sol que hacía y con unas ganas enormes (sarcasmo, sí), y para acabar de digerir bien empezamos con una pequeña subida de unos dos kilómetros donde casi hago de aspersor sobre el resto del grupo, y creo que alguno más me hubiera acompañado a continuación, con lo que se hubiera convertido en una fiesta de la espuma en marcha, pero con "tropezones". Por suerte, todos aguantamos la comida en su sitio, y pudimos proseguir ya de bajada por una carretera muy bonita que nos llevó a la C-62 a las puertas de un nuevo infierno que después os cuento. En ese tramo de carreterita es cuando se despertó Sapri, ¡y sin comer pizza! Nos echamos un buen pique unos cuantos, y hubo un momento en que me separé y la cagué, porque ya no los pude atrapar. Ellos iban muy bien a rueda sacando cuchillos ahora uno, ahora el otro, pero yo me estaba comiendo todo el aire en la cara solito. Total para nada, ya que cuando volvimos a reagruparnos e iniciamos una subida horrible, interminable y sin sombra que nos llevaba a Prats de Lluçanes, los únicos que tiramos fuerte hacia arriba de los que habíamos hecho el pique fuimos Paco y yo. Aquella subida fue un buen infierno porque no acababa nunca. En cada curva pensabas que sí, pero no, era mucho peor que Berto y su core cuando dice que son 30 segundos y te mete un minuto.

Llegamos todos muertos de sed a la fuente que había en Prats de Lluçanès. Nos quedaba todavía un buen trecho hasta llegar a Manresa, que era el punto que nos marcaría si seriamos o no capaces de completar el reto. Empezamos a tirar, y de nuevo los de siempre volvimos a iniciar un nuevo pique, y para variar me di cuenta tarde... Como era un trozo bastante plano, con subidas y bajadas sostenidas y sin curvas demasiado pronunciadas, allí Sapri demostró el poder de su cabra (creo que la cabra tenía nombre, no sé si era Margarita o Tropical). Y yo creo que en este punto, donde los atrapé y avancé (excepto al "cabra"), di demasiado. Llegamos a Avinyón e hicimos una parada en la gasolinera donde unos cuantos bebieron diésel en forma de Coca Cola o derivados (igual de sano, vaya.

Al empezar de nuevo, volvieron a aparecer nuevos toboganes y largas rectas hasta que nos plantamos en Sant Fruitós de Bages y volvimos a parar de nuevo en una fuente. Aquí el cansancio ya se notaba más, y yo tuve una bajada bastante brusca de energía. Me comí la última barrita y una pastilla de sales, y al arrancar pasé de perseguir a nadie y me quedé por la mitad, a rueda al estilo Oscar, recuperando algo con Pedro y Dèlia. Cuando me encontré mejor, hice también relevos con ellos y pillamos un buen ritmo hasta que por fin, después de que el GPS de Paco nos llevara de excursión por un polígono (¿quería ir a un after?), llegamos a Manresa. Decidimos tirar por dentro, donde nos encontramos un buen pitote por obras, y allí Jordi y Paco nos dejaron (no, no la palmaron, simplemente tenían el coche allí). La "Bestia", mientras tanto, también había tenido una fuerte bajada de rendimiento, con rampas incluidas, pero se estaba recuperando porque empezaba a hablar. Igualmente, para no faltar a la costumbre, en una de las calles volvió a perder el bidón, y es evidente que estaba desorientado porque cuando volvió a arrancar un poco más y se va por donde no era.

Al salir de Manresa, hacia las 19:30 o así, decidimos hacer 2 grupos de 5 ya que la carretera era peligrosa y así si nos ocurría algo siempre quedaría otro grupo para explicar la gran proeza. En el grupo de delante fuimos los picados, para variar, pero en esta ocasión aunque íbamos bastante rápido, no hubo muchas dagas voladoras. Yo ya me estaba recuperando de nuevo y me volvía a notar más fuerte, pero todavía faltaba demasiado camino como para volver a hacer el burro, y creo que este pensamiento lo tuvimos todos. Paco y Jordi nos pasaron con el coche después de Castellbell i el vilar (seguramente se encontraron bastante follón). Aquel tramo de carretera fue muy tranquilo (no por los coches) y con mucho plano y bajada suave.

Nuestro grupo paró finalmente en Monistrol, en otra gasolinera, donde aprovechamos para hacer parada técnica mientras esperábamos al otro grupo. Cuando llegaron, bebimos un poco y yo me tomé un gel que llevaba y un poco de Aquarius, por si acaso. La siguiente parada fue en Olesa, y ya noté que el gel me había ido muy bien. Estuvimos esperando al segundo grupo mucho rato (pensamos que quizás los habían abducido, o habían parado a mear y Dèlia había caído al río, pero no).

De Olesa a Martorell volvimos a juntar grupos, pero los picados que quedábamos volvimos al ataque por culpa de Bestia y Voltio, que luchaban por ver quién conseguía matar y humillar al otro. Pero antes de eso, tuvimos el primer y único susto con un coche de todo el viaje, y precisamente en el Baix Llobregat... Un desgraciado con un descapotable y haciendo ruido con el motor como si tuviera un Ferrari nos quiso avanzar, justo detrás de un golf que también lo estaba haciendo, y sin fijarse que había un coche que le venía de frente. Volvió a meterse a saco y casi se lleva a unos cuantos de nosotros por delante y provoca un accidente bastante fuerte. Y el tío encima continuaba haciendo ruido de aceleración, sacando mierda por el tubo de escape supongo que bastante similar a la que tenía en su cerebro.

Tras el susto y más tranquilos, estaba hablando con Berto cuando vi que Oscar y Voltio se estaban alejando y fui a por ellos. Los atrapé cuando estábamos llegando a la rotonda que pasa por encima de la autovía. Allí noté que tenía como un principio de rampa en la pierna izquierda, entre los gemelos y el isquio, así que me tomé otra pastilla de sal. Ellos mientras tanto volvían a la carga... Los volví a atrapar un poco antes de llegar al puente. Eugenio, a todo esto, también iba con nosotros, como si nada. Pasamos el puente bastante rápido, sin adelantarnos pero yo ya olía el inicio de una "nueva oleada", una nueva estocada, o tal vez era el hedor de las fábricas de Martorell... Cuando cruzamos y iniciamos la subida aquella que hay fuerte (ahora no recuerdo el nombre), fui yo quien sacó los cuchillos y tiré. Evidentemente estaban bastante cansados porque no me pudieron seguir, excepto Eugenio que me adelantó dejándome flipado. Sin embargo duró unos segundos porque yo hice lo mismo y llegué arriba petando mi Strava personal, bastante bien teniendo en cuenta todo lo que llevaba encima. Y allá arriba, en la cima del mundo (tal vez me he pasado un poco...) decidí que ya estaba bien de piques, porque sino todavía me haría daño.

Cuando nos reagrupamos todos, como siempre salí tarde entre que cogía la bicicleta y ponía las calas, pero tampoco importaba ya demasiado. Habíamos conseguido llegar hasta Sant Andreu (¡sí, San Andreu! Ni San Andrés ni otros nombres extraños, que no es un juego de la PS4, ni nada parecido, y además los nombres de lugares no se traducen, ¡por dios!) sin que se hiciera de noche, lo que era uno de los puntos claves para llegar a casa a salvo. Allí fui yo quien perdió, en uno de los malditos reductores de velocidad, mi bidón de las herramientas, y suerte de Txus que lo vio y me ayudó a sacarlo de debajo de un coche jugándose la vida (bueno, tampoco nos pasemos, que ya sabemos que a un vasco sólo se le puede hacer un poco de daño si se le pasa por encima con un camión cargado con un portaaviones).

Un poco antes de pasar el túnel que lleva hacia Pallejà, Berto urdió un plan para putear a Oscar. Yo le haría de liebre un buen trozo y él iría a rueda para adelantarle justo cuando saliéramos del túnel. Pasamos por delante de él, escuché como "le decía de todo", y se inició la última de las carreras. Me aparté y llegaron muy igualados, pero ganó Berto aunque la Bestia le metió coraje. Yo de hecho desaceleré para dejarlos pasar, y luego volví a apretar, pero me noté raro y los últimos metros no quisé pegarle más fuerte.

Empezó a anochecer, y cuando llegamos a Sant Vicenç dels Horts me puse el frontal en la cabeza y fuimos más juntos para que los coches nos vieran. Algunos del grupo llevaban luces detrás, otras parecían un avión... Si llegamos a encontrar a un operario del Prat seguro que a Berto le hace señales para que cambie de pista. Aquel tramo fue divertido porque había un idiota con un coche potente y descapotable que iba haciendo el burro pero nos lo encontrábamos en cada semáforo. ¡Qué matado, jajaja!

En la rotonda que lleva a Santa Coloma de Cervelló Berto y yo casi tenemos un accidente. Hubo un poco de descontrol en el camino que debíamos tomar, pero no pasó nada grave. Recuerdo que allí me encontraba muy bien, y íbamos tranquilos (26-27 km/h) y que si me hubieran dicho que quedaban 80 km más los habría podido hacer (o eso pensaba). Ya en Sant Boi, hicimos una última fotografía todos juntos y muy contentos por haber conseguido el reto, y nos empezamos a despedir. Creo que la última vez que Berto sonrió así fue cuando nació su hija, o cuando ganó la Marcha del Garraf (aunque no le dieron copa). Fuimos tirando hacia Viladecans. Iván, a todo esto, creo que estaba más cerca de ser un Walking Dead (o Biking Dead) que un triatleta normal (dentro de la normalidad de los triatletas, claro). En el Mac Donald 's de Viladecans pararon algunos (para recoger el coche, no para comer y terminar de morir), y yo ya me fui para casa muy contento y satisfecho por la hazaña hecha, y más teniendo en cuenta que no hacía ni dos semanas del Ironman.

El año que viene tocará hacer alguna otra proeza aún más bestia, como algunos rumores empiezan a apuntar. ¿Qué estarán preparando los "Bro"? ¿Quién ganará el próximo duelo "Bestia-Voltio"? ¿Vendrá Ricardo Quintana y David, o continuarán haciendo el remolón en corta distancia? ¿Haremos una proeza de dos días y Paco la hará en media mañana? ¿Marçal nos acompañará o se dejará la rueda en el parking? ¿Delia no hará paradas técnicas? ¿Sapri llevará pizzas para todos/as? ¿Pedro vendrá incluso estando de guardia y resolverá los problemas en marcha? ¿Txus y Rocío vendrán con tándem? ¿El resto de VT’s se atreverán? ¿Ivan será realmente un caminante blanco? Y lo más importante ... ¿Podré ir yo o estaré demasiado ocupado cambiando los pañales de mis futuros hijos?!? Todo esto y mucho más lo sabremos en un futuro no muy lejano.

¡Salud y kilómetros!

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